El desarrollo de una ciudad se evidencia no sólo en la
cantidad de su población, de su industria o de sus riquezas, sino también en la
calidad de vida de su gente. El tránsito es un factor fundamental para mensurar
cómo se moviliza esa gente, hacia dónde y hasta con qué fines. Quizás por ello,
resulta complejo separar el humor social del flujo automovilístico. Circular
por Rosario, se transformó más en un problema que en una situación común, y el
centro neurálgico se amplía cada vez más.
Es por ello, que no podemos continuar dilatando el
necesario proceso de reordenamiento del tránsito. Encausar el flujo vehicular
para que las arterias de la ciudad cumplan con el fin para las que fueron
diseñadas, permitir la comunicación de los habitantes de una urbe, y no
convertirse en una dificultad al momento del traslado.
Ya en 1966, Julio Cortázar, con su cuento “La autopista del sur”, evidenciaba el hastío que provoca la congestión de una
ruta. Allí, los personajes llegan a situaciones límites, aflorando sentimientos
oscuros. Quedar atrapado en un embotellamiento, aunque sea por pocos minutos,
es una de las situaciones indeseables por las que pasa cualquier automovilista
de una gran metrópoli.
Justamente, Rosario se convirtió en los últimos años, en
la ciudad cabecera de una región que creció exponencialmente. Recibe por ello,
gran cantidad de personas que provienen de otras localidades y arriban para su
jornada laboral. Si bien el último censo arroja que no es específicamente
Rosario la de mayor crecimiento, esta centralidad determina que haya aumentado
el número de gente que se traslada al micro y macro centro rosarino. El
secretario de Servicios Públicos de Rosario, Pablo Seghezzo, indicó que unos
300 mil vehículos ingresan diariamente al centro de la ciudad. Un informe del IPEC (Instituto Provincial de Estadísticas y Censos), publicado en
septiembre de 2013, indica que el Gran Rosario creció un 237 por ciento en las
últimas tres décadas. Siendo Funes, Granadero Baigorria y Roldán, las de mayor
expansión. La región entonces, habitada por más de un millón de personas, tiene
a Rosario como epicentro de sus actividades.
Del mismo modo, se incrementa el número de patentamientos
de autos 0km en la región. Según publicó el sitio Impulso Negocios, en el
período 2011/2012 se patentaron 50 mil nuevos vehículos. La proyección de los años posteriores no indicaba una
realidad distinta: en el período 2013/2014 se venderían entre 40 y 50 mil
autos. En Rosario y Gran Rosario hay actualmente 333 mil autos patentados.
Por esta razón, se producen altos índices de polución en
el aire rosarino. La emisión de gases de los caños de escape, edificaciones en
altura y la reducción de espacios verdes, junto a factores climáticos como el
viento, la lluvia y la temperatura, determinan la calidad del aire. Daniela
Mastrángelo, coordinadora técnica de Planificación Ambiental del municipio,
indicó que para reducir el impacto ambiental es necesario restringir el uso de
automóviles. Es más, los niveles de contaminación son más altos en los sectores
donde mayor cantidad de tráfico se produce. Un mapeo de la calidad del aire
realizado por la UTN, muestra que la esquina más contaminada de Rosario es la
de Sarmiento y San Lorenzo. Por esta última, circulan 15 líneas de colectivos,
tras la implementación de los carriles exclusivos.
Precisamente, los expertos señalan que la manera de
reducir el ingreso de automóviles particulares al centro, es mejorando el
servicio de transporte público. Si bien, en los últimos años, el Ejecutivo tomó
medidas que tienden a hacer más eficiente la movilidad a través de ómnibus, aún
queda mucho por corregir. La doctora en Economía Marina Marsili, autora del libro “Transporte público en la gestión estatal, el
caso de la Semtur en Rosario”, explicó que el parque automotor creciente,
calles angostas creadas para otro tipo de ciudad y un transporte público muy
deficitario, son las claves de la situación del tránsito en Rosario. La doctora
Marsili señaló que la peor característica del transporte urbano es la
frecuencia. Aseguró además, que para disuadir el uso del auto particular hay
que intensificar el sistema de carriles exclusivos, mejorar la frecuencia del
transporte público y desalentar la posibilidad de estacionar en el microcentro.
Sin embargo, pese a que el parking no es un escollo para
los automovilistas, por su tarifa y permisividad, resulta complicado hallar
lugar para estacionar. No son precisamente las políticas públicas las que
interfieren entonces en este ítem. El bajo valor del ticket del estacionamiento
medido y de las multas por infringir esa norma, invitan a ingresar a la zona
núcleo. Pero, al haber pocos lugares donde aparcar, ya sea en la vía pública
como en cocheras, los automovilistas deben recorrer las calles en procura de un
espacio donde hacerlo. Lo que entorpece y engrosa aún más el tránsito.
Además, no es un dato menor destacar la presencia de
obstrucciones físicas que presentan las arterias rosarinas. Algunos son los
denominados corralitos, que indican las zonas donde realiza trabajos la empresa
proveedora de agua. Otros, los continuos piquetes que se realizan ante cada
protesta. También, las obras que efectúa la municipalidad, principalmente de
repavimentación. Estos y algunos más, incluyendo la falta de señalización o
distribución por parte de agentes municipales para morigerar los efectos de lo
detallado, provocan un caos permanente en el tránsito local.
Asimismo, es importante remarcar que existen contradicciones en las medidas aplicadas por los gobiernos municipales. No hay coherencia
en las políticas públicas. No se debate seriamente sobre la ciudad que se
quiere tener.
Por todo esto, para que una de las metrópolis más
importantes del país continúe avanzando, y que la calidad de vida de los
rosarinos no se vea afectada por el uso del automóvil, es absolutamente
necesario reordenar la forma de traslado de los habitantes de esta ciudad y de
la región.